sábado, 25 de junio de 2011

11 abril 2011



La gomilla de plástico aprieta mi muñeca. Es curioso, duele  más esta sensación que un “simple” corte que se repite y se repite. Creo que no funciona esta técnica, ni los baños de agua helada, ni escribir ridículas cartas hablando de lo mucho que valgo y lo mucho que me debo que querer…Al final, mi cabeza es la hija de puta que controla el impulso, y por mucho que intente distraerla, ella como buena estratega, no deja que me olvide de que la cuchilla está ahí, escondida pero accesible, prohibida pero presente en cada pensamiento y movimiento por esta casa, que deja de tener sentido en tardes como esta. ¿Cómo escapar?
 ¿Y de quién? Esto es más difícil de lo que creía.

El verano complica todo. La piel queda expuesta y con ella mis penas y  mi dolor. Ahora hay un agobio añadido, ya no sólo tengo la necesidad de hacerme daño, sino que comienza una lucha interna para no hacerlo, ya que con estas mangas cortas, ridículas y escuetas, quedan a la vista de todas estas marcas, que triste o alegremente, les estoy cogiendo cariño. “¿qué te ha pasado?, ¿de que son esas marcas?”…No pregunten sino quieren que les conteste, por que casi siempre, cuando la respuesta es la verdad, lo único que encuentro es silencio…

En frente del ordenador, utilizando otras de las técnicas como sustitución, escribo estas frases sin orden y sin – aparente-sentido. Frases, frases y más frases que intenta poner en orden algo que nisiquiera se  si quiero ordenar. Interrupciones y más interrupciones mientras vuelco en esta pantalla todo lo que no soy capaz de decir y gritar a quienes me rodean, ¡dejarme en paz!, quizás todo se reduzca a eso…

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